martes, 9 de agosto de 2011

PUTIN JUEGA A LAS PRIVATIZACIONES Y MEDVEDEV A LOS PARQUES TECNOLÓGICOS



Rusia camina hacia una modernización de su estructura productiva

Antonio Sánchez-Gijón.– Rusia está a punto de meterse en un vigoroso plan de privatizaciones de empresas: se calcula que serán unas cinco mil, entre otras las 20 o 22 más grandes. Es lo que acaba de proponer el jefe del gobierno, Vladimir Putin, al presidente de la república, Dimitry Medvedev, según informa el servicio Stratfor.

El hecho tiene también un significado político: Medveded y Putin, que se supone son dos contendientes para las elecciones presidenciales del 2012 (aunque ninguno de los dos se ha postulado aún) parecen estar "en la misma onda" en cuanto a la necesidad de modernizar las oxidadas estructuras empresariales de Rusia.

Mientras el presidente es conocido por sus fuertes pronunciamientos a favor de la creación de una cultura empresarial y de la innovación, Putin era visto como el guardián de los intereses corporativos de la burocracia oficial y de los servicios secretos, que controlan o pueden controlar sin freno legal cada rincón de la vida empresarial de Rusia.

Es Medvedev quien presenta un historial de "modernizador" más creíble, siquiera sea por el hecho de que el de Putin está seriamente deteriorado: tan pronto como llegó a la presidencia de Rusia en el 2000, emprendió una feroz campaña para expulsar las compañías extranjeras que se habían hecho con las más valiosas empresas públicas privatizadas durante el caótico periodo presidencial de Boris Yeltsin, para acabar poniéndolas en manos de la burocracia estatal y los servicios secretos. En 2006 emprendió una tímida campaña de privatizaciones totales o parciales: 1.500 salieron a subasta bajo condiciones muy restrictivas, por lo que sólo unas 500 fueron enajenadas.

Estas experiencias pusieron de manifiesto a los ojos del mundo entero que en Rusia faltaban las condiciones institucionales y legales para la libre empresa, así como la escasa o nula cultura empresarial de sus élites científicas, tecnológicas e industriales. Estos graves déficits explicaban el retraso de Rusia con respecto a numerosos países emergentes que han prosperado en los últimos años, y su descenso a la condición de país "en desarrollo" especializado en la exportación de materias primas.

Por contra, Medvedev ha comprometido mucho capital político en un modelo concreto de modernización empresarial, abierto a la libre iniciativa, vocado a la innovación y con un fuerte apelativo a los jóvenes emprendedores y titulados universitarios, que hoy se ven forzados a la emigración (1.250.000 en los últimos tres años). Lo que propone Medvedev se resume en su proyecto de Ciudad de la Innovación de Skolkovo, un lugar cerca de Moscú, y que ya ha salido a la escena internacional con un abierto respaldo de la administración Obama.



La Fundación Skolkovo y Silicon Valley

A primeros de marzo pasado, el vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden, en misión oficial en Moscú, visitó el lugar de Skolkovo, que de momento es poco más que un descampado. Días después (22-23 de marzo) se celebró en Menlo Park, junto a la Universidad de Stanford, el Simposio ruso-americano "Rusia como Cuna de la Innovación", patrocinado por el "quién es quién" de Silicon Valley (IBM, Intel, Microsoft, Google, Boeing, etc.), y que fue organizado por la Skolkovo Foundation, entidad rusa de interés público instituida en Moscú en mayo del 2010, por la Academia de Rusa de Ciencias y otras instituciones, con el título de Fundación para el Desarrollo del Centro de Investigación y Comercialización de las Nuevas Tecnologías.

Empresas europeas como Nokia, Alstom y EADS se han unido o interesado por el proyecto. Son ya cuarenta las grandes corporaciones industriales y tecnológicas participantes de una forma o de otra. Cisco invertirá $1.000 millones en hacer de Skolkovo la primera "ciudad conectada inteligentemente de Rusia". Hasta cierto punto, la iniciativa de Skolkovo viene propiciada por el hecho de que en Silicon Valley se estima que trabajan o estudian 40.000 graduados o emprendedores rusos.

Parece, pues, claro que hay un designio estratégico de los Estados Unidos en propiciar el desarrollo de la libre empresa en Rusia. Y hay también un cálculo estratégico de Medvedev en todo esto: contar con al apoyo de los Estados Unidos para la realización de sus aspiraciones presidenciales del 2012. El presidente Obama le sigue el juego: en una entrevista para la TV de Moscú a primeros de agosto, tuvo palabras muy elogiosas para el presidente ruso.

Es evidente que Putin y Medvedev han hecho que el lanzamiento de Skolkovo y el plan de privatizaciones coincidan, pero cada uno por razón de sus aspiraciones presidenciales; con la mira puesta en que no se repitan las lamentables privatizaciones anteriores, y que Rusia se abra a la modernidad tecnológica. Intentarlo de ese modo, desde un impulso decisivo desde la cima del poder, ha sido algo habitual en la historia rusa. No otra cosa hizo Pedro el Grande a principios del siglo XVIII, así como los zares que le sucedieron, que confiaron a científicos, ingenieros y empresarios europeos los recursos necesarios para hacer avanzar la atrasada sociedad rusa. Esta modernización, por el hecho de ser forzada desde el poder, no llegó realmente nunca a "europeizar" la sociedad rusa. También falta ver la tenacidad y resistencia de los que promuevan las nuevas empresas alentadas por Skolkovo, a la vista de la experiencia de Silicon Valley, donde sólo un 10% de los intentos es viable, y el 90% ha perdido su "venture capital".

Debajo de iniciativas como la de Skolkovo parece latir una angustia estratégica de Rusia, incapaz de mantenerse en la liga de "los grandes", y con inmensos territorios orientales expuestos a la presión demográfica y económica de China, y comercial de otros muchos países. Por Siberia salen materias primas y por Siberia entran productos acabados de Oriente. El único mercado significativo de Rusia en Asia es el armamento que le vende a la India y Corea del Norte. La agenda diplomática con los Estados Unidos sólo gira en torno a problemas residuales de la guerra fría, como el control del armamento nuclear, o cuestiones de seguridad, como el escudo antimisiles occidental al que Rusia se ha opuesto tenazmente.

En la agenda de seguridad, Medvedev y Putin han empezado a seguir caminos opuestos. Putin se opuso desde el principio a la operación de la OTAN contra Gadafi; Medvedev, sin embargo, aprobó implícitamente la operación firmando el 27 de mayo el comunicado del G-8, en su reunión de Deauville, que declara que "Gadafi ha perdido toda legitimidad".

La opinión rusa independiente se inclina mayoritariamente a creer que la batalla por la presidencia la tiene ganada Putin, que tiene todos los hilos del poder en sus manos. Las bazas de Medvedev, sin embargo, cuentan con el apoyo de amplias élites rusas y un mayor respaldo internacional. Todo puede depender, sin embargo, de que el mensaje entrañado en Skolkovo encandile y convenza a la sociedad rusa. Pero primero Skolkovo tiene que prosperar.

Publicado en Capital Madrid.com el 5 de agosto 2011

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