jueves, 9 de junio de 2011

HACIA LA LIQUIDACIÓN DEL RÉGIMEN DE GADAFI

Geoestrategia




HACIA LA LIQUIDACIÓN DEL RÉGIMEN DE GADAFI



El gobierno reacio a añadir algo más al esfuerzo



Antonio Sánchez-Gijón.- Todo el mundo parece ahora consciente de que hay que llevar el conflicto de Libia a su fase resolutiva: la ONU, la OTAN, los países vecinos, los otros árabes. Ello es así porque siguen en peligro las vidas de los naturales, que mueren a decenas o centenares todos los días, y las de miles de inmigrantes africanos a Libia, que huyen a sus países de origen a través del Sáhara. Muchos mueren en el camino, mientras otros se ahogan en el Mediterráneo. La vida política y social del país necesita reorganizarse sobre nuevas bases. Es urgente la rehabilitación de la vida económica, la reconstrucción de las infraestructuras, y hasta es necesario que nuevas autoridades libias reemprendan la explotación de los recursos naturales y poner a trabajar a la población laboral. Para ello será necesario que los libios empleen los activos financieros controlados hasta ahora por el régimen del coronel Gadafi.

Pero el conflicto se ha estancado y la estrategia adoptada, de castigar a las fuerzas de Gadafi sólo desde el aire, está agotando su curso. Se agotan también el armamento y las municiones. El secretario de Defensa de Estados Unidos y el secretario del Foreign Office, Gates y Hague respectivamente, junto con el secretario general de la OTAN, reclamaron este miércoles en Bruselas un incremento de ataques sobre objetivos libios, que. Hasta primeros de junio se habían producido 10.000 salidas y ahora se produce una media de 50 al día. Los ministros pidieron expresamente a una serie de países renuentes que incrementasen su contribución. Lo que no pongan los que hasta ahora han puesto muy poco obligarán a los otros, sobre todo Francia y Gran Bretaña, a retirar aviones, helicópteros, drones, etc., de Afganistán para llevarlos a Libia. España, sin embargo, no se da por aludida: se contenta con contribuir a la coalición aliada con unos cuantos vuelos de control sobre una aviación enemiga que ni está ni se la espera porque ya no existe.

Fue muy clara y terminante la respuesta dada por “una fuente oficial española”, después de la reunión del miércoles, a la molesta pregunta de si España iba a aumentar su contribución al esfuerzo común: “Nosotros ofrecimos lo que ofrecimos para hacer lo que hacemos: proteger la zona de exclusión aérea y el embargo, y se nos aceptó”. No obstante, la misión de nuestras fuerzas armadas en las costas libias se prolongará seguramente durante 90 días más, si la ministra de Defensa obtiene del gobierno, hoy viernes, la venia para hacerlo. En realidad, no creo que nadie vea la necesidad de seguir haciendo algo que desde hace varias semanas ha dejado de tener sentido. Porque lo que ahora tiene sentido es acelerar lo que se ha dado en llamar el “end game” de Gadafi, para evitar más muertes y destrucción. Pero para eso España no va a estar.

Otros agentes del sistema internacional no se muestran tan flemáticos como los españoles. Las naciones árabes occidentales y la secretaria de Estado Clinton y otros ministros europeos se reunieron ayer jueves en los Emiratos Árabes Unidos para preparar el periodo post-Gadafi. Por lo menos en eso España hizo una contribución novedosa (eso sí, le va a costar poco), al reconocer la ministra de Exteriores, Trinidad Jiménez, con ocasión de una visita a Bengazi, al Consejo Nacional de Transición como “el representante legítimo del pueblo libio”. ¿Quiere esto decir que España ya no reconoce al gobierno del coronel Gadafi y se propone expulsar a su embajador en Madrid? ¿Desliz diplomático o ambigüedad verbal? Veremos.

Al coronel Gadafi y a su familia se le han ofrecido todo tipo de alternativas a su inaceptable continuación en el poder: un alto el fuego, negociaciones para un proceso de transición a elecciones libres, una salida hacia un país africano y la consiguiente inmunidad, etc. Todas y cada una las ha rechazado, prometiendo morir en Libia. Ello quiere decir, muy probablemente, que si una bomba no le alcanza en algunos de sus refugios, habrá que echar pie a tierra para localizarle. Cuanto antes se haga, antes pasaremos los libios y nosotros a otra cosa. Sin embargo, las posibilidades de que Gadafi acabara aceptando una salida negociada se han reducido desde que en mayo pasado terció la Corte Penal Internacional, por iniciativa de su fiscal general, Luis Moreno-Ocampo, al pedir a los jueces una orden de detención contra Gadafi, su hijo Saif al Islam y el jefe de los servicios secretos. Después Moreno-Ocampo añadió la acusación de incitar a los soldados a violar las mujeres de los rebeldes. Es claro que cuanto más se avance por este camino judicial, menos se podrá maniobrar para un arreglo de última hora con Gadafi que ahorre vidas y caudal a una parte y otra.

El gobierno español rehuye enfrentarse a las implicaciones de todos estos azares, cada uno de los cuales entraña, como es natural, riesgos. Sobre todo para el propio gobierno del partido socialista, con unas perspectivas electorales de lo más oscuro. Los otros aliados de la coalición le instan a que emplee unos medios materiales y tácticos, propios de una ofensiva militar, pero el gobierno es consciente de que su uso erosionaría el conocido mito de “nosotros hacemos la paz y no la guerra”, que es el slogan de marca del partido socialista para toda conflictividad internacional.

Lo irónico del “impasse” en que nos encontramos es que cuanto más dure más se deteriorará la situación social, económica y política de Libia, incrementando su inestabilidad, lo que a su vez requerirá más recursos de los aliados y de la población para sortear los peligros de la transición, entre los que podemos citar las luchas intestinas y tribales, la interferencia de fuerzas antioccidentales como los Hermanos Musulmanes de Egipto, o, en el peor de los casos, Al-Qaida y cualquier otra yihad. Es sabido que Libia oriental ha sido un invernadero de seguidores de Ben Laden, como Abu Yahya al-Libi y Jamal Ibrahim Shtawi al-Misrati, quienes han aparecido en un reciente video de Al-Qaida incitando a ataques individuales contra los occidentales.

Ni la OTAN ni la Unión Europea, ni los países del sur del Mediterráneo pueden mostrarse neutrales o tibios ante lo que suceda a Libia. Lo reconozcamos o no, ese país, como el resto del norte de África Occidental, está en la esfera de influencia de Europa, y Europa está obligada, si sus gobiernos han de servir los intereses de sus naciones, a tratar de conformar por todos los medios posibles, que sean consistentes con el derecho internacional, la evolución de los acontecimientos. Aunque los países europeos acaben por retirarse militarmente de Libia una vez cumplida su misión, lo que no pueden hacer es retirarse estratégicamente. Al final cada uno acabará contando con tantos activos estratégicos en relación con cualquier país, según cuántos activos militares haya puesto en el intento.



Antonio Sánchez-Gijón es analista de asuntos internacionales.

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