miércoles, 31 de agosto de 2011

UCRANIA, VEINTE AÑOS DE INDEPENDENCIA

Publicado el lunes 29 de agosto de 2011
Antonio Sánchez-Gijón.– Este 24 de agosto los ucranianos celebraron el vigésimo aniversario de su independencia. Apenas unos pocos medios de comunicación occidentales se han acordado de la efemérides. No habría sido así hace tres o cuatro años: entonces Ucrania estaba en la órbita de Occidente. Hoy está en la órbita de Rusia. Todos somos conscientes de que Europa no está para ambiciones geopolíticas. En 2004, el ex-aparatchik Victor Yanukovich ganó una elección presidencial amañada, lo que provocó la "revolución naranja", liderada por Victor Yuschenko. Elegido presidente, Yuschenko se acercó a la OTAN y a la Unión Europea. La Alianza Atlántica le abrió las puertas; la Unión, que siempre ha preferido que la OTAN vaya por delante, aguardó un tiempo prudencial, quizás demasiado prudencial. Pues bien, ahora ni OTAN ni UE. Lo mejor que se puede esperar de Ucrania es que se mantenga lo más independiente de Rusia que le sea posible.

Yuschenko fue un presidente débil, debilitado aún más por las disputas con la que fue durante algunos años su primera ministra, Yulia Timoshenko. Yuschenko se abrió a Europa; por ejemplo, suprimió para los ciudadanos de la UE el visado de entrada en Ucrania, sin exigir reciprocidad. Esta incondicionalidad estimuló a la opinión pro-rusa de Ucrania, especialmente localizada en el Oriente industrializado del país, a envolverse en la bandera del patriotismo. La primera ministra resistió las tensiones entre Occidente y Rusia, características de la equívoca posición geopolítica de Ucrania: se opuso a la condena de la intervención de Rusia en la guerra de Osetia del Sur-Georgia, deseada por Yuschenko, pero se acercó a George Bush y después a la secretaria de Estado Hillary Clinton.

En la elección presidencial a segunda vuelta de 7 de febrero del 2010 el ex-presidente Yanukovich recuperó la presidencia, con una victoria por estrecho margen sobre Timoschenko. Yuschenko, el hombre de Europa, obtuvo poco más del 5% de los votos. Volvía, pues, con toda la fuerza el hombre por el que apostaba Moscú.

Rusia volvió a gozar de vara alta en Kiev. La prensa favorable al presidente presenta la nueva situación como una política de no alineación. Teóricamente, se mantienen algunos lazos de colaboración con la Alianza Atlántica, y la entrada futura en la Unión Europea sigue siendo política oficial del presidente y de su primer ministro, Mykola Azarov, nacido ruso y nacionalizado ucraniano.

El golpe de timón pro-ruso ha quedado consagrado recientemente por la extensión del arrendamiento de las bases navales de Crimea, que había de caducar en 2017. Por el nuevo acuerdo, de abril del 2010, Rusia gozará de esas bases hasta 2042. A cambio, Ucrania recibirá precios favorables en el suministro de gas natural ruso.
Entrada en la Unión Europea

Las expectativas de ingreso en la Unión Europea son muy reducidas, y no sólo por culpa del "no alineado" Yanukovich. En efecto, nunca hubo una acogida calurosa en Bruselas a los anhelos europeístas de Yuschenko. Europa se había sentido obligada a aceptar en la Unión a los países que habían sido sojuzgados por la Unión Soviética, pero no quería asumir responsabilidad respecto de Ucrania, puesto que había sido parte de la propia URSS.

La política de la Unión para con Ucrania fue formulada en 2000 por el presidente de la Comisión, Romano Prodi. Se abriría con Ucrania una agenda con tres fines: concederle un estatuto de asociación; negociar a largo plazo una zona de libre comercio, y conceder el libre acceso de los naturales de Ucrania a la Unión por breves periodos.

Estas modestas ventajas, sin embargo, no constituyen las únicas alternativas que se le ofrecen a Ucrania. El país goza ya de una zona de libre cambio con Rusia y con la Comunidad de Estados Independientes, junto con Bielorusia y Kazakstán.

Hasta qué punto estas orientaciones básicas de naturaleza geopolítica son definitivas, no está claro. Muchos piensan que la política de no alineación de Yanukovich es un compás de espera para el momento en que la Unión se muestre en condiciones políticas y económicas de ayudar a un país tan grande como Ucrania (la misma población que España, cien mil km. cuadrados mayor) a integrarse. O viceversa, que Ucrania esté en condiciones de hacerlo, cuando acredite que posee instituciones democráticas y que en el país rige el estado de derecho. El cuerpo político de Ucrania padece un alto grado de corrupción.

El mal afecta especialmente a la judicatura. El parlamento está lleno de hombres de negocios, algunos de ellos multimillonarios que en él cultivan amorosamente sus intereses. La detención y el juicio abierto contra Yulia Timoshenko por supuesta extralimitación de sus funciones en su contrato del gas con Rusia en 2009 no engaña a nadie: se trata de un juicio político, abierto por políticos. Los grupos mediáticos principales están en manos de amigos del gobierno. La minoría tátara de Crimea sufre persecución, en sus personas y propiedades. Las fundaciones de derechos humanos no son bienvenidas en la Ucrania de Yanukovich.

Mientras la Unión Europea no invite a Ucrania a integrarse será muy difícil rectificar su marasmo institucional por medio de rigurosas exigencias de reforma. Es lo que está haciendo una misión del Fondo Monetario Internacional en el plano de la economía. Entretanto, Ucrania se mirará cada vez más en los ojos de Rusia y su capitalismo de compinches. Rusia está interesada en reunificar en lo posible la industria militar de los dos países, herederas de la Unión Soviética. Si hace veinte años la independencia respecto de Rusia era apoyada por el 90 por ciento de la población, hoy sólo la suscribe el 50% de los ucranianos.

Es urgente que la Unión Europea ponga de nuevo los ojos en Ucrania. Su gran población, su vastedad física, sus inmensos recursos agrícolas y su potencial industrial, así como su posición geopolítica sobre el mar Negro y su vecindad con los países de la frontera este de la Unión, hacen del acercamiento con Ucrania un imperativo político al tiempo que una oportunidad económica.

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