lunes, 11 de julio de 2011

SUDÁN DEL SUR, DIFÍCIL ALUMBRAMIENTO

Publicado el lunes 11 de julio de 2011

Siguen los conflictos con el Norte y en el interior

Antonio Sánchez-Gijón.– Uno de los primeros móviles de la lucha por la independencia de Sudán del Sur ha sido la llamada "ley islámica" o sharía. Un pueblo mayoritariamente no musulmán gemía bajo el yugo de ese supuesto ordenamiento religioso-civil desde que se impuso en todo Sudán en 1989. Desde este punto de vista, la independencia del nuevo país es una derrota del fundamentalismo islámico. Y también de la civilización árabe. En efecto, la inmensa mayoría de la población del sur es de raza negra. El 65% de la población de la nueva nación practica cultos animistas, un 18% es cristiano y un 17% musulmán. El primer presidente del estado, Salva Kiir, es un católico.

El catolicismo llegó a Sudán del Sur de la mano de misioneros combonianos, en los tiempos coloniales. El presidente Kiir predica de vez en cuando en la catedral de Juba, la capital, situada en la ribera del Nilo Blanco. En la capital hay, desde 2009, una universidad católica, la Santa María.

Aunque es cierto que los conflictos armados entre el norte y el sur de Sudán comenzaron poco antes de la descolonización de 1956, los movimientos rebeldes del sur no se mostraron independentistas más que en los últimos años. La guerra abierta empezó al suspender Jartum, en 1983, el régimen de autonomía de que gozaba el Sur, y había de durar hasta el 2002. Se calcula que produjo dos millones y medio de víctimas mortales y cuatro millones de desplazados.

John Garang, líder del Movimiento Popular de Liberación Nacional (MPLN), y hoy considerado el "Padre de la Patria", era unionista. En 2005 había logrado la firma de un arreglo político por el que Jartum aceptaba la celebración, seis años después, de un referéndum sobre la independencia de diez provincias sureñas. De resultas de ese acuerdo Garang, fue elegido vicepresidente de Sudán. Su muerte en accidente de helicóptero, en agosto de 2005, fue un factor adicional de alienación entre el norte y el sur, pues se sospechó un sabotaje inspirado por el presidente sudanés al-Bashir. Los sucesores de Garang al frente del movimiento abandonaron la vía unionista y abrazaron el independentismo. Incluso después del acuerdo de 2005 continuaron los enfrentamientos, especialmente en la provincia de Kordofán Sur, de composición étnica mixta, y que iba a quedar fuera de la disposición del referéndum.

Esa provincia es de gran valor para el Norte, porque contiene los únicos pozos petrolíferos que le quedan después de la separación del Sur. La lucha se ha hecho particularmente violenta en las últimas semanas en el enclave de Abyei, entre Kordofan Sur y Sudán del Sur, y aunque provisionalmente ha quedado fuera del nuevo estado, a la espera de una consulta particular, su población se halla dividida étnicamente entre nubas y árabes, que viven sobre unas tierras fértiles que los unos dedican a la agricultura y los otros al pastoreo. Son de temer nuevos enfrentamientos entre los dos estados en muchos otros puntos, porque la frontera común de 2.000 km. ha sido demarcada de forma muy imprecisa.

Intereses compartidos

Hay, sin embargo, una condición estructural que puede favorecer las relaciones estables entre Jartum y Juba. El norte y el sur se necesitan para sacar provecho de los recursos petrolíferos del territorio. El 80% de la producción total de petróleo, de 500.000 barriles al día, se saca del sur, pero las refinerías están situadas en el norte, y los oleoductos llevan el crudo a los puertos norteños sobre el mar Rojo. La independencia del sur ha llegado sin que se haya logrado un acuerdo sobre el reparto de los beneficios. Lo mismo se puede decir de la deuda internacional del Sudán unido.

De momento, Jartum tiene en sus manos todas las cuerdas que abren o cierran la bolsa, que se supone ha de ser común durante un tiempo. Otra forma de dependencia es que el 60% del alimento consumido en el sur procede de, o transita por, el territorio del norte, así como la gasolina. Hasta que se negocien estas cuestiones cruciales, Juba va a depender principalmente de la ayuda exterior.

Se espera que sea muy significativa la ayuda de los Estados Unidos. La causa de Sudán del Sur es allí muy popular desde los primeros años de la presidencia de George W. Bush, quien hizo de la violencia extrema practicada por el régimen islamista de Jartum contra la región de Darfur componente de su guerra contra el terrorismo internacional. Bush tuvo muy presente que Osama ben Laden había pasado algunos años refugiado en Sudán, bajo el amparo de su gobierno, antes de instalarse en Afganistán.

Presión exterior

Fue la presión norteamericana y europea, con sanciones de todo tipo, y la acusación del Tribunal Penal Internacional contra Bashir por crímenes contra la humanidad, lo que logró que Jartum abriera la mano al acuerdo del 2005. El referéndum de independencia, celebrado a primeros del 2011, arrojó un resultado de 98% a favor.

De todas formas, hay signos de que la independencia no tiene necesariamente que equivaler a paz y prosperidad. La inauguración del presidente Kiir se produjo bajo algunos signos ominosos, como la presencia de algunos dictadores africanos; por ejemplo, Mugabe de Zimbaue y Obiang Nguema de Guinea Ecuatorial.

Las divisiones étnicas y religiosas que han plagado desde su independencia a Sudán pueden repetirse en Sudán del Sur. La población es étnicamente muy variada, pero la etnia de los dinkas, que es la mayoritaria, detenta los principales cargos de la administración y el mando de las fuerzas armadas. Estas, por sí solas, se llevan una cuarta parte del presupuesto. El ejército tiene como excusa la necesidad de confrontar los varios conflictos tribales actualmente vivos, que amenazan la estabilidad del nuevo estado. Uno de ellos es la rebelión del Ejército de Liberación de Sudán del Sur, que se sospecha está financiado por Jartum.

Las posibilidades de que Sudán del Sur acabe siendo un estado viable no son muchas. Los observadores extranjeros aluden a la corrupción rampante, la falta de élites preparadas, el atraso general de la población, la inexistencia de carreteras pavimentadas, etc. El 90% vive por debajo del nivel de pobreza, y el 80% es analfabeto. Más de la mitad de los niños entre 6 y 13 años no tienen escuela.

El país, sin embargo, no tiene fatalmente que degenerar en una nueva Somalia, como algunos temen. Se estima que su territorio de 612.000 km2 contiene riquezas minerales, y que las reservas de petróleo están en gran parte inexploradas. Hay muchas buenas tierras, y la población es pequeña, 8,5 millones.

Su posición geopolítica le orientará sin duda a buscar salidas al mar para sus tráficos a través de Kenya y Etiopía-Eritrea, sin detrimento del valor de su posición en el corazón del África tropical. Los chinos explotan ya su petróleo; la compañía francesa Total goza de una licencia de exploración sobre más de 100.000 km2. Juba es hoy un polo de atracción de inmigrantes emprendedores en busca de oportunidades.

El nuevo niño ha nacido muy precario. No le faltan, sin embargo, padrinos. Veremos

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